lunes, 15 de junio de 2009

El bailarín de la corte (parte IV final)

Pronto llegó a los oídos del Rey Dario Coneme lo que estaba ocurriendo en el Reino y mando llamar a audiencia a Ramiro Fatigas para pedirle explicaciones de su actitud. Ramiro Fatigas llegó junto al Rey y empezó a contarle que si el no había sido, que sería fulanito que le tenía envidia, que menganito quería ponerle en contra a zutanito, que la culpa era de los demás, y un montón de excusas y mentiras. Pero el rey Dario Coneme que era un rey muy listo, se dio cuenta de que el culpable, el liante, el enredador era Ramiro Fatigas y pensó: - Debería expulsar del reino a Ramiro Fatigas porque aunque es un gran bailarín no para de enemistar a los vecinos entre sí y mi obligación como rey es mantener la paz y la tranquilidad, pero lo cierto es que me da pena echarlo del reino porque aunque sea un liante le he tomado cariño.
Como el rey no sabía si echar a Ramiro Fatigas o buscar otra solución al problema mando llamar al gran mago de la corte FranJuMan y le pidió consejo.
FranJuMan, que era un mago muy avispado, anduvo indagando y preguntando por aquí y por allá, investigando para poder solucionar el problema de su rey. Decidió entonces que lo mejor sería realizar un encantamiento a Ramiro Fatigas para que no pudiera volver a contar más chismes ni mentiras y le dio a beber su mejor poción mágica. Después de unos días vio que su poción no había resuelto el problema porque Ramiro Fatigas cada vez se inventaba más chismes y mentiras y tenía a la gente más enfrentada.
Fue entonces cuando FranJuMan se dio cuenta de que si su magia no hacia efecto era porque el pobre Ramiro Fatigas estaba hechizado por algún sortilegio más poderoso que el suyo y dijo: - ¡Blanco y en botella! (FranJuMan siempre decía “blanco y en botella”), a Ramiro Fatigas lo ha encantado la bruja ChismorreaSuperChismosa porque no para de chismorrear y mi magia no ha podido con la de la bruja. –
Ya estaba a punto de rendirse porque no encontraba una solución al problema cuando se le ocurrió una: “si no puedo hacer que Ramiro Fatigas deje de contar chismes, voy a hacer que los vecinos del reino dejen de prestarle atención”.
Entonces le pidió al rey que convocará una gran fiesta en la plaza del pueblo e invitará a todos los vecinos del reino excepto a Ramiro Fatigas y preparó una nueva poción mágica y la mezcló con la bebida de la fiesta.
El resultado fue fantástico, desde la mañana siguiente todo el mundo que hablaba con Ramiro Fatigas olvidaba al instante sus palabras.
Ramiro Fatigas le contaba un chisme a un vecino y este antes de dar dos pasos ya no se acordaba de lo que Ramiro Fatigas le había dicho. Nadie prestaba atención suficiente y por eso nadie se enfadaba por los chismorreos y mentirijillas de Ramiro Fatigas.
El rey Darío Coneme quedo muy contento con la solución de FranJuMan y le regalo unas preciosas chancletas de domingo en señal de agradecimiento y todos vivieron felices y comieron tortillas de patata durante muchos años en aquel reino.
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domingo, 14 de junio de 2009

El bailarín de la corte (parte III)

Entonces ChismorreaSuperChismosa hizo un gesto con su mano y Ramiro Fatigas notó que podía volver a mover la boca, así que aprovecho para preguntarla - ¿y qué le podría dar yo a cambio si no tengo nada? Como no quiera una chancleta de las de los domingos porque la otra se me ha perdido.
ChismorreaSuperChismosa le dijo – Oh, por eso no te preocupes, no necesito tu chancleta, solo quiero que, en vista de que te gusta tanto hablar, aproveches para ir contando algún que otro chismorreo, alguna mentirijilla de vez en cuando, en fin ya sabes, lo que en mi negocio llamamos “gestión comercial”.
Ramiro Fatigas se quedó atónito, iba a poder cumplir su sueño a cambio de decir alguna mentirijilla o contar algún que otro chismorreo, ¡era genial! Y empezó a decir: - Muchas gracias ChismorreaSuperChismosa, este sí que es un buen trato, madre mía que alegría, por fin voy a ser un gran bailarín de la corte, ya empezaba a estar un poco preocupado, ¿sabes?, como soy tan torpón pues… bla, bla, bla y no paro de hablar hasta que la bruja ChismorreaSuperchismosa con cara cada vez más enfadada hizo un gesto con su mano y hubo un gran relámpago con trueno y todo.
Cuando Ramiro Fatigas se despertó estaba tumbado en un lado del camino y pensó que su encuentro con ChismorreaSuperChismosa solo había sido un sueño. Se levantó y empezó a hablar solo sobre el extraño sueño pero al echar a andar por el camino se dio cuenta de que sus pies se movían con gran soltura, como si su cuerpo no pesara y empezó a bailar despacito un Valls y se quedo maravillado porque lo estaba haciendo estupendamente, ya no se caía ni tropezaba, ni se le salía la chancleta, ya no perdía el ritmo ni el compás y bailaba con gran maestría cada vez más y más rápido. Y bailando, bailando por el camino, primero un reggaetón, luego un minueto, después un rock & roll y un rap y una polka y una sardana llego a un nuevo reino. En el letrero decía Reino de Torrejón del Rey, y pegado debajo había un cartel que ponía “se necesita bailarín para la corte”
La alegría de Ramiro Fatigas fue enorme, iba pensando en voz alta: - ¡madre mía!, con lo bien que bailo yo ahora y tengo la suerte de llegar a un reino donde necesitan un bailarín para la corte, ¡qué suerte!
Ramiro Fatigas en seguida hizo nuevos amigos en el Reino de Torrejón del Rey, todos lo pasaban bien con Ramiro Fatigas y admiraban su maravilloso estilo bailando. El rey que era un hombre bonachón llamada Darío Coneme al que le gustaba el baile y el cante y siempre organizaba unas buenas fiestas quedo muy contento cuando contrató a Ramiro Fatigas como “Bailarín de la Corte” y le llamaban siempre que había alguna fiesta o para hacer alguna exhibición de baile cuando venía de visita algún rey vecino o algún familiar lejano.
Pero pronto empezaron los problemas porque cada vez que Ramiro Fatigas se encontraba con alguien y empezaban a hablar acababa poniendo verde a algún vecino que no estuviera presente.
Un día se encontraba con el lechero que venía de comprar el pan y le saludaba: Hombre lechero!, ¿Qué tal va todo? - y el lechero: - Pues no nos podemos quejar, todo va bien, vengo de comprar el pan y me voy a comer a casa. – y Ramiro Fatigas le advertía: - Pues ten cuidado con el pan porque he oído por ahí que el panadero no se lava las manos antes de amasar la harina.
Otro día iba al peluquero a cortarse el pelo y después de una agradable conversación le decía: - Por cierto, esas tijeras no están muy bien afiladas, seguro que te las ha afilado el herrero que he oído que no tiene ni idea de afilar tijeras y lo hace fatal.
Otro día iba a comprar verdura y cuando se encontraba con el panadero le decía: - Hombre panadero! A ti tenía yo ganas de verte, ¿sabes que el lechero va por ahí diciendo que no te lavas las manos antes de amasar la harina?
Y así, todo el día, cada vez con más insistencia iba Ramiro Fatigas malmetiendo a las personas y enfrentándolas unas con otras, metiéndose donde no le llamaban, inventando argucias para que la gente se enfadará entre sí.
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sábado, 13 de junio de 2009

El bailarín de la corte (parte II)

Después de caminar durante varios días llego a un vecino reino en el que enseguida hizo amigos porque no paraba de hablar con todo el mundo y a todo el mundo le parecía muy simpático verle siempre bailando y contando historias y chistes y muy pronto consiguió audiencia con el Rey para mostrarle sus habilidades como bailarín y que le nombrará bailarín de la corte.
Cuando llego al palacio del rey había una gran fiesta en los jardines y todo el mundo andaba comiendo corderos asados y ensalada y bailando, había músicos y gran alborozo. Justo cuando iba a pasar al jardín un mayordomo golpeo con un bastón el suelo tres veces (TAC, TAC, TAC) y anuncio a voz en grito “Ramiro Fatigas, aspirante a bailarín de la corte”.
Entonces todo el mundo dejo de bailar y de comer y le miraron fijamente y el pobre Ramiro Fatigas fue la primera vez en su vida que le dieron ganas de estar callado y se puso más colorado que un bote de tomate frito. Pero el rey, que era un tío guay, se dio cuenta de que Ramiro Fatigas estaba pasando mucha vergüenza y en seguida le grito desde su trono, “Pasa hombre, no tengas vergüenza, ven a demostrarnos tu valía como bailarín y si me convences te nombraré bailarín “number one” de la corte.
Ramiro Fatigas avanzo hasta el centro del patio y comenzó a decir: - Me llamo Ramiro, aunque todos me llaman Ramiro Fatigas porque dicen que hablo mucho y resulto un poco cansino, yo nací en un reino vecino pero… bla, bla,bla, - y sin dejar de hablar comenzó a bailar un charlestón.
En seguida se le salió una chancleta, perdió el equilibrio, empujó sin querer a un camarero que derramo una Fanta de naranja en el traje nuevo de una condesa que estaba por allí, y acabaron los tres por los suelos.
El rey no paraba de reír ante semejante alarde de torpeza y mal bailar del pobre Ramiro Fatigas y cuando consiguió parar le dijo: - Ramiro Fatigas, eres muy gracioso y pareces buen muchacho pero en mi reino jamás bailaras porque eres más inútil que una chancleta sin suela.
Ramiro Fatigas salió desconsolado del palacio del rey, pensando que tendría que buscar un nuevo reino y practicar mucho antes de conseguir su sueño: ser el bailarín de la corte.
Iba Ramiro Fatigas hablando solo sobre estos y otros asuntos por un camino que atravesaba un bosque en dirección al siguiente reino cuando oyó una dulce voz que desde de tras de un árbol le llamaba: Ramiro Fatigaaaassss, Ramiro Fatigaasss. Se asusto un poco porqué no se lo esperaba y al darse la vuelta vio a una viejecilla un poco sospechosa, a saber:
Tenía la nariz grande y aguileña adornada con una enorme verruga de la que crecían tres pelos. Iba toda de negro y llevaba un gorro de pico y zapatos con hebillas, una escoba en una mano y en la otra un gato negro (¿quién creéis que puede ser niños? )… y por último tenía una tarjeta de identificación colgando de la solapa que decía “ChismorreaSuperChismosa, su bruja piruja de confianza.”
A Ramiro Fatigas ya le habían advertido que no debía hablar ni aceptar caramelos de desconocidos, pero nadie le dijo nunca que las brujas no son de confianza, así que le pregunto: ¿Me dice a mí? Porque yo me llamo Ramiro Fatigas y me ha parecido oírle decir mi nombre y yo he pensado… bla, bla, bla… como siempre Ramiro Fatigas no dejaba de hablar. Entonces la bruja hico un gesto con la escoba mientras gritaba ¡Calla leñe! y Ramiro Fatigas se quedo completamente mudo sin poder mover la boca. La bruja comenzó diciendo: - Como ya habrás podido ver en mi tarjeta de identificación me llamo ChismorreaSuperChismosa y aunque parezco una bruja mala en realidad soy muy buena - dijo con voz melosa y luego se rió con una carcajada espantosa –JE JE JE, como te he estado observando me he dado cuenta de que tu lo que necesitas es aprender a bailar así que he pensado que si tú me das algo a cambio yo podría hacerte un encantamiento para que fueras el mejor bailarín de cualquier reino –
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viernes, 12 de junio de 2009

El bailarín de la corte (parte I)

Hace muchos, muchos años, cuando en España había muchos reinos y cada uno de ellos tenía su propio rey, nació un niño en el reino más extremo y duro de la península.
Los papas de ese niño, que eran campesinos, se quedaron maravillados al ver que el bebe hablaba desde el mismo día que nació.
Este recién nacido en lugar de llorar por la noche o cuando tenía hambre, se ponía a hablar sin parar y aunque en principio le llamaron Ramiro en seguida le ampliaron el nombre y le llamaron Ramiro Fatigas, por lo cansina que era la criatura con tanta palabrería.
Ramiro Fatigas creció con sus hermanitos y siempre andaba bailando y hablando porque era lo que más le gustaba en el mundo, pero la verdad es que era muy torpón con el baile y siempre se tropezaba o perdía el ritmo o se le salía una chancleta (en este reino todo el mundo andaba en chancletas) y además como no paraba de hablar ni siquiera cuando estaba bailando pues se quedaba sin aire y le costaba respirar.
En este reino tan extremo y duro donde vivía Ramiro Fatigas con su familia había un rey que era un señor muy serio y que no le gustaba nada ni el ruido ni las fiestas ni los bailes ni, como él decía, “todas esas tonterías”.
Un buen día Ramiro Fatigas iba bailando (muy torpemente) y canturreando por el camino que le llevaba de vuelta a su casa al salir del colegio cuando se cruzo en mitad del camino con el Rey y sus caballeros que venían todos muy serios en sus caballos de hacer tratos aburridísimos con un reino vecino, y al verlo el Rey le llamo:
El Rey :- Oye tu!! –Dijo muy serio – ¿qué es eso de ir bailando y cantando por mis dominios? Yo soy el Rey Extremoduro y no me gusta tu actitud ni un pelo!!!
Ramiro Fatigas – Hola rey Extremoduro, yo me llamo Ramiro pero todos me llaman Ramiro Fatigas porque no paro de hablar todo el rato y resulto algo cansino, además quiero que sepa que me gusta mucho bailar y aunque todavía no lo hago muy bien pienso ser el nuevo bailarín de la Corte, porque en estos tiempos todavía no se han inventado las compañías de ballet y bla, bla, bla,… - Ramiro Fatigas no paraba de hablar y el rey cada vez ponía más cara de vinagre al limón verde.
Cállate!! – Dijo el rey Extremoduro gritando – En mi reino no hay bailecitos ni me gustan los charlatanes que no paran de hablar. Si quieres ser bailarín de la corte, ya te puedes ir buscando otro reino donde ir a vivir porque aquí no hay sitio para bailarines y menos si son tan malos como tú, que vas perdiendo las chancletas.
El pobre Ramiro Fatigas llego a casa muy triste (aunque iba bailando un tango) y les contó a su papa y a su mama que tenía que irse en busca de un reino donde pudiera ser el bailarín de la corte. Así que metió en un hatillo sus chancletas de los domingos, la poca ropa que tenía y se marcho bailando y hablando solo, en busca de un nuevo reino donde le comprendieran.
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