Entonces ChismorreaSuperChismosa hizo un gesto con su mano y Ramiro Fatigas notó que podía volver a mover la boca, así que aprovecho para preguntarla - ¿y qué le podría dar yo a cambio si no tengo nada? Como no quiera una chancleta de las de los domingos porque la otra se me ha perdido.
ChismorreaSuperChismosa le dijo – Oh, por eso no te preocupes, no necesito tu chancleta, solo quiero que, en vista de que te gusta tanto hablar, aproveches para ir contando algún que otro chismorreo, alguna mentirijilla de vez en cuando, en fin ya sabes, lo que en mi negocio llamamos “gestión comercial”.
Ramiro Fatigas se quedó atónito, iba a poder cumplir su sueño a cambio de decir alguna mentirijilla o contar algún que otro chismorreo, ¡era genial! Y empezó a decir: - Muchas gracias ChismorreaSuperChismosa, este sí que es un buen trato, madre mía que alegría, por fin voy a ser un gran bailarín de la corte, ya empezaba a estar un poco preocupado, ¿sabes?, como soy tan torpón pues… bla, bla, bla y no paro de hablar hasta que la bruja ChismorreaSuperchismosa con cara cada vez más enfadada hizo un gesto con su mano y hubo un gran relámpago con trueno y todo.
Cuando Ramiro Fatigas se despertó estaba tumbado en un lado del camino y pensó que su encuentro con ChismorreaSuperChismosa solo había sido un sueño. Se levantó y empezó a hablar solo sobre el extraño sueño pero al echar a andar por el camino se dio cuenta de que sus pies se movían con gran soltura, como si su cuerpo no pesara y empezó a bailar despacito un Valls y se quedo maravillado porque lo estaba haciendo estupendamente, ya no se caía ni tropezaba, ni se le salía la chancleta, ya no perdía el ritmo ni el compás y bailaba con gran maestría cada vez más y más rápido. Y bailando, bailando por el camino, primero un reggaetón, luego un minueto, después un rock & roll y un rap y una polka y una sardana llego a un nuevo reino. En el letrero decía Reino de Torrejón del Rey, y pegado debajo había un cartel que ponía “se necesita bailarín para la corte”
La alegría de Ramiro Fatigas fue enorme, iba pensando en voz alta: - ¡madre mía!, con lo bien que bailo yo ahora y tengo la suerte de llegar a un reino donde necesitan un bailarín para la corte, ¡qué suerte!
Ramiro Fatigas en seguida hizo nuevos amigos en el Reino de Torrejón del Rey, todos lo pasaban bien con Ramiro Fatigas y admiraban su maravilloso estilo bailando. El rey que era un hombre bonachón llamada Darío Coneme al que le gustaba el baile y el cante y siempre organizaba unas buenas fiestas quedo muy contento cuando contrató a Ramiro Fatigas como “Bailarín de la Corte” y le llamaban siempre que había alguna fiesta o para hacer alguna exhibición de baile cuando venía de visita algún rey vecino o algún familiar lejano.
Pero pronto empezaron los problemas porque cada vez que Ramiro Fatigas se encontraba con alguien y empezaban a hablar acababa poniendo verde a algún vecino que no estuviera presente.
Un día se encontraba con el lechero que venía de comprar el pan y le saludaba: Hombre lechero!, ¿Qué tal va todo? - y el lechero: - Pues no nos podemos quejar, todo va bien, vengo de comprar el pan y me voy a comer a casa. – y Ramiro Fatigas le advertía: - Pues ten cuidado con el pan porque he oído por ahí que el panadero no se lava las manos antes de amasar la harina.
Otro día iba al peluquero a cortarse el pelo y después de una agradable conversación le decía: - Por cierto, esas tijeras no están muy bien afiladas, seguro que te las ha afilado el herrero que he oído que no tiene ni idea de afilar tijeras y lo hace fatal.
Otro día iba a comprar verdura y cuando se encontraba con el panadero le decía: - Hombre panadero! A ti tenía yo ganas de verte, ¿sabes que el lechero va por ahí diciendo que no te lavas las manos antes de amasar la harina?
Y así, todo el día, cada vez con más insistencia iba Ramiro Fatigas malmetiendo a las personas y enfrentándolas unas con otras, metiéndose donde no le llamaban, inventando argucias para que la gente se enfadará entre sí.
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